domingo, 10 de febrero de 2013

Julia Pastrana: una histórica lección de dignidad


Los restos de la artista regresan a México para hacer visible la esencia humana
y recordar que debemos poner fin a una sociedad morbosa o prejuiciosa
Elvira García Sainz
Los restos mortuorios de Julia Pastrana fueron entregados por la Universidad de Oslo a la embajadora de México en Dinamarca, Martha Bárcena, y la investigadora Laura Anderson, para que crucen el Atlántico y sean sepultados en Sinaloa esta semana.
Julia, artista del siglo XIX, era bailarina y cantaba en varios idiomas. Con su armoniosa voz recorrió el mundo. Su sensibilidad, fineza y cultivado espíritu se mencionan en las crónicas de la época. El talento de esa joven mujer era equiparado con el de la diva irlandesa de las castañuelas y cupletista Lola Montes. Sin embargo, Julia sería en cambio exhibida como un fenómeno público “anormal”.
Se relata que Julia nació en 1834 en Ocoroni, pueblo de la Sierra Madre Occidental, en el estado de Sinaloa, y que después de formar parte de una familia originaria de América y quedar huérfana trabajó hasta 1854 en la casa de un exgobernador, Pedro Sánchez, en Mazatlán.
Además de hiperplasia gingival, Julia padecía de hipertricosis, por la cual un grueso y lacio vello cubría gran cantidad de su cuerpo. Medía 1.37 cm. Su apariencia llamó la atención de personas sin escrúpulos como Theodore Lent, que la explotaría  comercialmente en circos, ferias y su propia casa.
Con la imagen de Julia se usarían, durante su vida, en su agonía y aun después de su muerte, apodos como “La mujer mono”, “la mujer indescriptible”, “la mujer oso” o “el híbrido maravilloso” (insinuando que era “producto de la unión de hombre humano y mujer orangután”). Motes empleados durante dos siglos para alentar un interés mórbido y atraer espectadores a sus presentaciones públicas, primero en Estados Unidos –se presentó en Broadway en 1854– y Canadá y desde 1857 en Europa, donde se le conoció con el montaje “La mujer más fea del mundo”.
A Julia, descrita como una persona tranquila, inteligente y amable, le gustaba leer durante su reclusión. Lent la ocultaba para incrementar la morbosidad de la gente por verla y se casó con ella en 1857 para retenerla en su negocio. Miradas que buscaban al “monstruo” que les ofrecían en espectáculo, observaban al contrario cómo afloraba el talento de Julia, que lo mismo cantaba en inglés que en español o francés, además de bailar con reconocida gracia y estilo.
En 1860, en Moscú, tras severos daños en un complicado trabajo de parto, Julia estuvo agonizante. El ambicioso Lent abrió funciones para que la gente presenciara cómo su esposa moría, y después de que esto ocurrió, siguió exponiendo el cuerpo de Julia junto con el del hijo recién nacido de ambos, quien también murió. El profesor Sukolov de la Universidad de Moscú embalsamó los cadáveres usando aserrín y dándoles una apariencia natural notable. Lent reclamó los cuerpos y en 1862 siguió mostrándolos en Londres.
Cuando la audiencia empezó a reducirse, los rentó a un museo inglés de curiosidades que en 1864 realizó una exhibición itinerante en Suecia. En ese tiempo Lent conoció a una mujer muy parecida a Julia, se casó con ella y la exhibía como Zenora Pastrana, simulando que eran hermanas. A la muerte de Lent en 1884, la segunda esposa siguió lucrando con los restos de Julia y su hijo hasta que fueron adquiridos por J.B Gassner para ser exhibidos en Alemania hasta 1895 en que los presentó en una convención de circos en Viena.
En 1921, el noruego Haakon Lund compró los cuerpos embalsamados y los expuso en su Museo de Entretenimiento como objetos “de horror” hasta 1950. Después fueron almacenados en una casa fuera de Oslo por Lund en 1953. Se cuenta que Hans, hijo de Lund, los había exhibido como momias artificiales en los sesenta y que al enterarse del interés de Judge Hofheinz de coleccionarlos y que eran de personas reales, decidió hacer negocio con ellos y exponerlos en 1970 en una gira por Suecia y Noruega, mientras la prensa daba a conocer la historia de Julia y con ello despertaba el interés en sus restos y los de su hijo.
En 1971 fueron llevados a Estados Unidos, donde por las protestas públicas su exhibición fue frenada. A su regreso a Noruega, los derechos de exhibición le fueron negados a Lund, quien rentó los cuerpos a un espectáculo itinerante que quiso presentarlos en Suecia, donde también fue prohibida su exhibición, por lo que Lund se vio obligado a retirarlos a un almacén en 1973. Se dice que fue en Groruddalen, en agosto de 1976 que en un asalto al almacén le fue arrancado un brazo al cuerpo de Julia y el del niño fue arrojado al traspatio donde fue consumido por roedores. El cuerpo de julia fue robado en 1979. Ese año la policía recibió una llamada y localizó los restos en una zanja, visiblemente dañados. Éstos fueron depositados en el Instituto de Medicina Forense de Oslo, donde un periodista los localizó en 1990.
La importancia como un caso de estudio médico, científico y antropológico había crecido junto con tan largo camino de los restos. En 1996 los restos se convirtieron en parte de la Colección Schreiner del Instituto de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de Oslo.
El caso es referido en varias publicaciones, junto a nombres como los de Carl von Linné y Darwin, entre otros científicos y médicos en Europa, donde se conocía más de Julia que en su natal México. Un investigador hizo moldes de la mandíbula para mostrar que -contra lo que afirmara Darwin- no tenía encía doble, puesto que se estudiaba la combinación de enfermedades que tuvo.
La periodista e investigadora Martha Patricia Montero, en un detallado reportaje publicado en la versión digital de Sin Embargo (febrero 6), narra cómo la también artista mexicana Laura Anderson Barbata, quien nació en la Ciudad de México y vivió en Mazatlán, supo del caso de Julia en Estados Unidos, a donde fue invitada como diseñadora de vestuario en 2003 de la obra “La verdadera historia de la trágica vida y la triunfante muerte de Julia Pastrana, La mujer más fea del mundo”.
Anderson, conmovida por la historia, fue informándose más de lo que había ocurrido y viajó a Noruega, invitada a desarrollar un proyecto artístico por la Oficina de Arte Contemporáneo. Ahí empezó a abrir el diálogo por la repatriación de los restos de Julia y presentó en 2006 una carta con la petición al Comité de Ética.
En el camino conoció del trabajo del abogado, historiador y escritor de Sinaloa Ricardo Mimiaga, quien había leído e investigado el caso. Supo de él por el libro de un escritor español primero y consultó documentos como las memorias de Irineo Paz, abuelo del poeta y Nobel Octavio, donde se hablaba de Julia. También Silvia Gámez, reportera de Reforma, se interesó y publicó el caso.
Después de varios viajes, trámites y proponer que los restos de Julia regresaran a ser sepultados en la tierra donde nació, sin seguir siendo objeto de exhibición ni de más estudios, Anderson fue escuchada por el gobierno sinaloense que finalmente apoyó la iniciativa y promovió la petición de repatriación. En junio de 2012, el Comité Nacional para la Evaluación de la Investigación en Restos Humanos de Noruega la recomienda. El científico español Nicholas Márquez-Grant había respaldado la justificación que Anderson presentó para conseguir la repatriación de los restos.
El proceso ha sido lento, y la misma embajadora Bárcena explicó que no se había solicitado antes la repatriación de restos humanos tan antiguos. El caso se ha tratado con sumo cuidado además, pues en la vorágine de acontecimientos diversos en el mundo y la esencia ética y humana alrededor de la vida, la muerte y manejo post-mórtem de los restos de Julia, muchas son las inferencias que involucran la conducta y responsabilidad social también.
Este acontecimiento muestra, entre otras iniciativas en el mundo por motivos similares, una batalla por la dignificación humana que Anderson inició hace diez años y avanzó con la conjunción de otros factores y actores que comprendieron la necesidad de participar. Asunto no menor que empezó por acordar que los restos de Julia no debían ser usados más como objeto de exhibición y ahora que fuera reconocida su dignidad humana y reciban sepultura. A diferencia de otros restos mortales que han sido desenterrados y estudiados por interés arqueológico o antropológico entre otros, los de Julia no recibieron sepultura. Tampoco firmó, a saber, ningún consentimiento de uso. Y su enfermedad puede ser estudiada en personas que reciben tratamiento actualmente.
La discriminación por la enfermedad, apariencia o diferencia no es un caso único, explica muchas vidas condenadas al maltrato, la depresión, marginación, desempleo... Distante de todo y de todos, algunos testimonios señalan que Julia era consciente del interés malsano que despertaban las manifestaciones de la hipertricosis, así como de la equivocada canalización de la curiosidad de la gente y la indiferencia y avaricia de sus explotadores.
En un pasaje sobre su visión acerca del amor, se deja ver que tenía una idea más abstracta basada en sus lecturas y en las impresiones a las que podía tener acceso gracias a sus cualidades personales, y que tomaba lo que podría ofrecérsele. Parece una posición independiente pero de resignación ante la crueldad de una “sociedad” finisecular viciada.
Su repatriación abre ahora la puerta a un proceso mayor de reivindicación y dignificación social. No sólo de su persona. La dignificación de la sociedad, de la colectividad, es posible. De una mayoría, no una minoría, que no se deje dominar por el morbo, los prejuicios o el temor. Que los enfrenta, los afronta, los supera.
El regreso y digna sepultura, después de una vida de opresión, de un largo periplo buscando un sino sin muchas alternativas, es un llamado a dignificar la sociedad largamente amenazada también por abusos de todo tipo y de imágenes televisivas y publicitarias que apuestan a eventos mórbidos. En esto destaca la función social que les corresponde a los medios y a los funcionarios, de buscar el equilibrio en los valores éticos y estéticos de una sociedad incluyente y no renunciar a ella por inseguridad, comodidad, ambición de dinero o poder, o hasta por torpeza e inconsciencia.
Estas tendencias y trampas falsas en las que es fácil caer incluso han influido en crear, en lo público o lo privado, una idea de belleza basada más o exclusivamente en la apariencia que en la belleza humana interior y acallar causas justas que resulten incómodas para una imagen artificial de un corporativo “sofisticado”. Se ejerce además una presión sobre la percepción de qué es lo bello y qué “no lo es”, en algunos casos a costa de la necesidad de recreación de la gente en un ambiente donde junto con el trabajo, el crecimiento y la riqueza materiales parecen ser las metas principales y el crecimiento espiritual o desarrollo cultural, secundarios.
Apostar a la desinformación o la ignorancia, la morbosidad y los prejuicios, suena común, ¿cierto?; y que empresarios sin escrúpulos que en su aceleración no se tomen los momentos de reflexión y cambio y tomen por descabelladas las iniciativas que buscan lo contrario, suena también común. Muchos han participado en los emporios televisivos, contagiados por la idea de que los estereotipos mercantiles son los que funcionan y que deben de dar por hecho que la enajenación pública es la base de un éxito que, sin embargo, se acerca cada vez menos a la esencia humana. Por fortuna hay aún excepciones. Y han intentos, que por no seguir cultivándose quedan en una estampa maniquea que si no logra “rating” se descarta, tal vez no por su valor, sino porque aún le falta profundidad o un contenido y propósitos sinceros, y sobre todo, apoyo y aprobación. He ahí la responsabilidad de gobiernos y concesionarias.
El gobierno de Sinaloa ha apoyado esta misión, inédita, sobre la visión de la vida y tratamiento de los restos de Julia Pastrana. Es un claro ejemplo de que una tierra de gente noble, respetuosa, sensible y educada puede ser representada por iguales, personas honestas, informadas, que no teman señalar o reconocer errores ni corregirlos y privilegien los derechos y valores culturales y humanos, inseparables de sus acciones. Es uno de los grandes significados que acentúa la llegada de Julia: la llamada a una reconstrucción humana y social responsable. Esto podría reflejar también un mensaje que ahora podría darse al mundo, de una imagen viva de la belleza humana interior, no sólo exterior, a través del tiempo.
La ceremonia funeraria
Después de misa católica que se oficiará en el Templo de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago del municipio de Sinaloa de Leyva, programada para el próximo martes 12, los restos de Julia serán sepultados en el lote número 9 del nuevo panteón local, a 206 kilómetros de Culiacán, la capital de Sinaloa, informó María Luisa Miranda Monreal, directora del Instituto Sinaloense de Cultura.
Estocolmo, Suecia, 10 de febrero de 2013.

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